martes, 9 de octubre de 2012

ESCRIBIR Y CORRER


El arte de correr y la pasión de escribir. ¿O era al revés?

Cuando escuchas que alguien ha ganado una carrera, y no me refiero a una de las importantes, de las que ganan los corredores profesionales, los que tienen nombre propio, sino una pequeña carrera local en un pueblo, ¿en qué piensas?

Yo no puedo evitar pensar en el sacrificio, en el esfuerzo un día y otro y otro que ha realizado esa persona para llegar hasta donde ha llegado.

Ganar una carrera es como publicar un libro. Si es una carrera local o un pequeño libro de relatos de tirada insignificante, casi nadie le dará mucha importancia. “Ah, qué bien”, te dirán algunos. Los más estúpidos te preguntarán si has ganado algo de dinero. Los que corren o escriben no te dirán nada, pero en sus miradas verás envidia, reconocimiento y una profunda admiración.

Correr y escribir lo puede hacer cualquiera. No tienes más que calzarte unas zapatillas, agarrar el bolígrafo y el folio en blanco, y empezar. Al principio será frustrante, doloroso y muy poco productivo, pero te consolarás pensando “bueno, estoy empezando, no ocurre nada”. Luego te lo tomarás más en serio, el reto será mayor, la distancia más larga y las críticas más crueles.

Antes de salir a correr todo motivado, o antes de sentarme a escribir con una idea fantástica e innovadora en la cabeza.

Un día te darás cuenta de que estás llorando. No lo sabrás hasta que sea demasiado tarde, pero descubrirás que las fuerzas no te llegan, que no puedes hacerlo mejor, que no das más de sí, y que eso no es suficiente. Nadie recuerda el nombre de los finalistas en un concurso ni de los corredores que llegan el cuarto y quinto a la meta.

Sin embargo, nadie sabe tampoco lo que han pasado esas personas para llegar hasta allí.

Han sido horas y horas delante de un teclado, corrigiendo, pensando, fantaseando y reinventándose. Reescribir algo es admitir tus propios errores. El monitor te escupe a la cara tu mediocridad una y otra vez, inmisericorde, gritándote en el silencio de tu cuarto que eres imperfecto.

Han sido horas y horas corriendo, ignorando el dolor, apretando el ritmo un poco más, y otro poco, y otra vez, hasta llegar al límite y estirarlo, aguantando el dolor y confiando en que se pase pronto. En las tardes de lluvia, esas personas se ponen unas zapatillas desgastadas pero cómodas, siempre apurándolas una carrera, un kilómetro más, y salen a la calle a superarse a sí mismos, un día tras otro, siempre conscientes de que por la calle corre gente más joven, más rápida, más fuerte, más sacrificada. Cada día que no salen a correr es un día de frustración y nervios. Siempre hay alguien que no descansa, que corre los días de lluvia y los de frío, que les adelanta con un saludo de la cabeza y una sonrisa, soportando su agotamiento como si no existiera.

Volviendo de correr y comprobando que no lo hacía tan despacio desde aquel día que tenía fiebre y gastritis. Releyendo el último relato y comprobando que se me ha vuelto a ir la cabeza a cuando escribía cuentos a los doce años.

En las carreras te encuentras a gente que va a correr en ellas, a terminarlas sin más pretensión que mejorar sus tiempos, llegar a la meta sin más rival que sus propias limitaciones. Luego están los que van a ganar, los que se han preparado para esa carrera, los que aprietan los dientes en los últimos metros porque temen caerse justo antes de la meta.

Solo uno romperá la cinta. Solo uno verá reconocido, que no recompensado, su esfuerzo. El resto se sentirán más o menos satisfechos, habrán roto las cadenas más incómodas y exigentes, las que nos ponemos a nosotros mismos, y la mayoría de ellos sabrá que la carrera es lo de menos, que lo que cuenta es el camino, el aprendizaje, la constancia, el entrenamiento que ha hecho de ellos, y eso siempre es así, mejores personas.

Cada vez que veo una carrera pienso en el valor que han tenido todos los participantes por haberse apuntado. Cada vez que veo los resultados de un concurso, pienso en los cientos de nombres anónimos cuyo esfuerzo no conocerá nadie nunca.

Me voy a calzar mis zapatillas, viejas y desgastadas, y muy cómodas. Intentaré mejorar mi tiempo. Pensaré en los últimos libros que he leído, autores noveles con un estilo depurado tras horas y horas de admitir sus errores, y en los tiempos de aquellos que han ganado las carreras a las que no me he presentado.

Cabrones esforzados.

4 comentarios:

  1. Je, tienes que descubrir el trote cochinero... que lo de la superación y eso está muy bien, pero las grandes sesiones de calidad se basan en los días de trote tranquilo... yamentiendes.

    Yo es que creo que hacemos esto porque nos gusta, si no, pa qué :)

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  2. Tienes toda la razón, debería encontrar mi trote y adaptarme a él, tanto corriendo como escribiendo, porque cada vez que me pongo a una de las dos cosas termino con la lengua fuera y agotado hasta límites que, para disfrutar de lo que haces, no conviene sobrepasar.

    En fin. Trote cochinero. Tomo nota, jeje.

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  3. Te leí en Meri. Muy cierto todo lo que dices. Y añade el íconito para que tengas seguidores, que quiero seguirte, valga la redundancia, y no sé cómo hacerlo xD.

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    1. Ups. Ya está puesto, espero que sea eso a lo que te refieres, la verdad es que no pensé que a alguien le pudiera interesar :)


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