lunes, 1 de agosto de 2011

Los escritores somos unos desgraciados.

Compáranos, tú que disfrutas con un buen libro y lees el suplemento del periódico los domingos, con el resto de proveedores de ocio que tienes a tu alrededor.

Nosotros sólo tenemos una forma de llegar hasta ti: Mediante la publicación de nuestro trabajo. Nada de bolos en festivales o de exposiciones en salas de cultura. La publicación es el objetivo, el principio y el final de nuestra obra. O nos publican o damos asco. ¿Y cómo conseguimos esa proeza? Yo no tengo la respuesta. Pero los que saben tampoco la tienen, y eso sí es un problema.

Los escritores tenemos una ambición, y es que nos leas. Tú y todos tus amigos. Y tus conocidos. Gracias a internet tenemos blogs, y foros, y mil páginas web donde lucir nuestros relatos. ¿Significa eso que vamos a llegar hasta ti? Ni de lejos. Al no contar con ningún método de control, al no existir un filtro, al ser gratis, los autores noveles nos ponemos a escribir, subimos nuestras novelas a la red y proliferamos como hongos: Cualquiera puede escribir y todos somos escritores. Y así nos va, espantando al personal por saturación.

Para ser llamado “escritor”, decimos entre nosotros, una persona tiene que haber publicado un libro. Es decir, alguien, un editor, debe avalar su calidad. El resto somos vulgares aficionados, ruido de fondo, los perroflautas de la cultura. Teniendo en cuenta que los editores reciben, por lo general, muchos más originales de los que pueden llegar a publicar, la selección acaba recayendo en becarios y oficinistas que criban el material que reciben con una rapidez pasmosa. ¿Qué significa eso para un escritor? Significa que la novela en la que ha trabajado cientos de horas puede que jamás llegue a manos de alguien con autoridad para publicarla.

Cientos de horas.

Una canción se escucha en unos minutos. Un cuadro se ve en menos tiempo aún. Pero echar un vistazo rápido a una novela, lo justo para ver si tiene una cierta calidad y te va a gustar, requiere horas. Es difícil dedicarle tanto tiempo a un desconocido cuando tantas obras similares se acumulan en tu escritorio.

Editores esperando los originales de un autor novel para publicarlos. 

Algún día daremos con una  forma de llegar hasta ti, escurridizo lector, y no será a través de una editorial y una publicación convencional. Los que no tenemos contactos, los que no conocemos a nadie que coloque nuestra obra en lo alto del montón, tenemos que buscar otra forma de darnos a conocer. Quizá lo consigamos a través de las redes sociales, o de alguna página web de confianza. De algún modo conseguiremos que los buenos destaquen sobre el resto y se pueda cribar la inmensa maraña de pseudonovelas con las que hemos invadido la red. Fíjate que no hablo de venderte nuestros libros, eso llega con la lectura, con la constancia y con el tiempo. Hablo de  que nos leas. En el fondo, los escritores somos niños deseando el reconocimiento de nuestros mayores.

Y mientras tanto, seguiremos escribiendo novelas que no se leerán, discriminando a aquellos de nosotros que no han conseguido publicar y alabando a los que han cruzado la frontera, envidiándolos y besando el suelo que pisan. Aunque a veces sean unos mantas o lo hayan conseguido tirando de amiguismo. Cabrones con suerte, cómo los envidio.

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